Para los adictos a esta catedral gastronómica es como
llamamos al Hotel Empordà de Figueras.
El Sr. Subirós, siempre al pie del cañón, controla y
ejecuta una exquisita cocina de mercado dando a conocer los platos de su tierra
ampurdanesa.
Aunque su carta ha ido evolucionando tras los años en esta
nunca ha faltado su punto de mira la cocina del Empordà y de su cercanía. Una
mirada hacia la tierra y hacia el mar que le rodea. Pescados de la Lonja de
Roses, donde nunca faltarán las gambas, ni las escorporas. Una mirada hacia su
entorno micológico donde siempre aparecerán las setas y los hongos de
temporada, con un guiño presente siempre hacia la trufa. Aves y carnes
especialmente seleccionadas que de forma elegante y sutil siempre cocinará. Y un
especial interés por los platos de caza en temporada, becadas, perdices y
tordos así como jabalí, liebres y venados estarán presentes en su menú otoñal.
Pero su focalidad esta basada, como decía, en la cocina del
Ampurdán. Recetas legendarias que nos remiten a la historia culinaria. Josep
Pla, escritor y gastrónomo ya nos lo recordaba en su libro "el que
hem manjat" ( lo que hemos comido ). Y hoy gracias al amigo Jaume Subirós
podemos seguir disfrutando de sus nabos de Capmany al Roquefort, de su
cazuela de tordos, del pato a la ampurdanesa y de esas deliciosas manzanas
rellenas de carne que tuve el otro día la fortuna de degustar por primera vez.
Ya sabéis, los que me seguís en este blog, mi debilidad por
el Dry Martini, es algo que siempre pido cuando voy a un restaurante
gastronómico. Esta es la primera vez que lo hago en el Hotel Empordá, ya que al
quedarme ahí a pasar la noche, no me representaba ningún problema. No lo hacia
por maldad como en otras ocasiones ya que sabía me esperaba una buena cena. En
cualquier caso, el Dry Martini estaba perfecto ! Algo indudable donde se come
bien.
Ese Dry Martini, en la terraza, fue acompañado de unas
incomparables croquetas de Marisco, gambas, rape y escórpora, como reza en la
carta. Inigualables !
Nada más sentarme a la mesa , pedí una botella de agua de Viladrau y un
buen vino ampurdanés. Un pequeño entrante de aperitivo que sirvieron fue una
exquisita crema de cantaloup con jamón ibérico, prólogo de lo que sería
una buena cena. Unas espléndidas flores
de calabacín rellenas de ricotta y parmesano fueron la
antesala de unas berenjenas con trompetas de la muerte y crema de cacahuete,
plato de creación propia de Subirós, tal y como el me comentó.
Y aún guardo, y creo que guardaré durante mucho tiempo, el
recuerdo de esas manzanas rellenas de carne que bien podría ser un postre como
se comía en antaño. Una combinación de especias y piñones que adobaban las
carnes de ternera, cerdo y cordero y que es tras una cocción lenta de
ocho horas aportaban al plato una sutileza sin igual.
Y llegó el carro de quesos tanto españoles como del país
vecino, todos espléndidamente afinados y de un rico sabor.
No faltó tampoco el postre, una correcta tarta de
albaricoque.
Si la cena fue un espectáculo el desayuno estaba al mismo nivel.
Soy hombre parco a la hora del desayuno, pero puedo asegurar que en aquel
buffet estaban los mejores embutidos, frutas, yogures, zumos, croissants y
confituras como no podría ser de otra manera en esa catedral del buen
comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario