viernes, 13 de diciembre de 2013

Queso Cabrales



Nos encontramos ante una de las catedrales del queso de España.
Asturias esta bañada de deliciosos productos gastronómicos, tanto del mar como de la tierra. Su mar Cantábrico y sus puertos pesqueros nutren de infinidad de pescados y mariscos inigualables. Y en sus verdes prados donde pacen sosegadamente las vacas nos ofrecen unas carnes deliciosas y con su leche junto con leche de cabra y oveja se elabora este riquísimo manjar. El todopoderoso queso de Cabrales.
Su combinación perfecta sin dar lugar a ningún tipo de dudas es la sidra maravillosa que se produce en Asturias.
Saborear un buen queso de Cabrales de un pequeño productor recién bajado de las cuevas donde se produce el milagro, es una experiencia inolvidable

Se usa la leche de dos ordeños, el de por la mañana y el de la noche. Cuando la leche adquiere la temperatura adecuada se le añade el cuajo, que puede ser obtenido tanto de una forma artesanal como a partir de preparados industriales. No se usa una gran cantidad de cuajo a fin de que el proceso tenga lugar lentamente y la leche es mantenida en la cocina para que se conserve a una temperatura templada. A la mañana siguiente, cuando la cuajada se ha formado, se rompe con un cucharón y se deja reposar durante unas horas, para quitarle el suero más tarde. La pasta resultante se pasa a unos moldes cilíndricos sin prensar. Estos moldes se llenan por encima de su cabida, coronándolos con un cono de cuajada. Los moldes se mantienen sobre tablas de madera en la cocina para que el calor ayude a secar la cuajada durante varios días. Una vez sacados del molde, se sala el queso por una cara y pasados unos días por la contraria.
El proceso de maduración se lleva a cabo en las cuevas naturales que hay en los Picos de Europa. En estas cuevas, la humedad relativa es del 90% y la temperatura oscila entre 8 y 12 °C. En estas condiciones se desarrollan en el queso hongos del tipo penicillium, lo que le aporta las zonas y vetas de color azul-verdoso. Este proceso suele durar entre dos y cuatro meses, durante los cuales el artesano cambia la posición de las piezas con objeto de que sazone cada una de las caras. Durante este tiempo los quesos se cubren con hojas de arce humedecidas (ya no se hace por razones de higiene). El producto final alcanza un peso que va desde los dos a los cinco kilos.

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